Monday Dec 09, 2024

Equidad de género para potenciar la economía de los sectores populares

*Por Maria Luiza D. Azevedo Barbosa (integrante de CAPINA, Brasil)

Este artículo presenta una experiencia actual de formación con emprendimientos productivos protagonizados por mujeres, realizada por la ONG CAPINA, en la que se desarrolló una metodología de formación en base a las demandas de organizaciones de la economía solidaria integradas por mujeres en la región de Río de Janeiro.

La organización CAPINA ‒Cooperación y Apoyo a Proyectos de Inspiración Alternativa‒ viene desarrollando desde enero de 2017 un proyecto con organizaciones de economía solidaria formadas y protagonizadas por mujeres en la Región Metropolitana de la ciudad de Río de Janeiro. El área está compuesta por 21 municipios y tiene 12.330.186 habitantes, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, 2016). Es la segunda mayor área metropolitana del Brasil. CAPINA es una ONG brasileña que apoya y asesora iniciativas de la Economía de los Sectores Populares (ESP) desde 1988, buscando afirmar la ciudadanía de los/as trabajadores/as, entendiendo a la ESP como toda actividad económica de resistencia a la falta de los medios de sustentación de la vida. El proyecto apunta a desarrollar el protagonismo de las mujeres en las “prácticas, saberes y territorios en movimiento”. CAPINA tiene sede en Río de Janeiro.

En ese marco, el recorte de género fue escogido como un elemento central de la formación teniendo en cuenta los datos de la feminización de la pobreza en el Brasil, que muestra que son las mujeres, principalmente las negras, las que ocupan los trabajos con condiciones más precarias, a causa de la falta de garantías legales y por estar obligadas a una doble o triple jornada de trabajo a lo largo de toda la vida. Sumado a esto, los datos del “Relevamiento Nacional de Emprendimientos Económicos Solidarios” (EES), realizado por la Secretaria Nacional de Economía Solidaria (SENAES, 2013), indican que en la Región Metropolitana de la ciudad de Río de Janeiro son las mujeres las que construyen esa economía. En total, existen 250 iniciativas económicas con 6.299 personas, de las que 4.453 son mujeres.

Emprendimientos de mujeres en Río de Janeiro

Después de haber determinado qué emprendimientos de mujeres demandaban apoyo y asesoramiento en la región metropolitana, se contactó a 23 iniciativas económicas y se consultó sobre sus principales dificultades y su interés en realizar un estudio de viabilidad económica. Los 18 emprendimientos que estuvieron en condiciones de hacerlo (hubo cinco que alegaron no poder parar el trabajo aunque necesitaran ese apoyo) están localizados en cinco municipios: Nova Iguaçu, Duque de Caxias, Paracambi, Guapimirim y en la ciudad do Río de Janeiro. Varían tanto en relación a la forma de organización (familiar, colectiva e individual) como en su producción: agricultura agroecológica, producción de frutas, hortalizas y legumbres; artesanía y costura, alimentación y prestación de servicios.

El área de incidencia de las iniciativas económicas es mayoritariamente urbana, con predominio de grupos informales, con dificultades para superar la burocracia y el impacto de los altos impuestos. En el caso de las cooperativas, por ejemplo, no hay diferencia entre los impuestos sobre los productos vendidos por una cooperativa popular y por una empresa mercantil.

Los emprendimientos de las mujeres

Una realidad común a las mujeres de estos emprendimientos es su condición de únicas o principales responsables de los trabajos de cuidados de la casa y familiares. Trabajos que son diarios y que de no ser compartidos con los hombres de la unidad familiar inviabilizan, por ejemplo, que las mujeres tengan actividades remuneradas, formativas y de placer. Esto reforzó la importancia de abordar cuestiones relativas a la “división sexual del trabajo” y la realización de la “ciranda” –espacio para los hijos e hijas de las mujeres con actividades lúdicas y educativas, mientras ellas participaban de las actividades.

Entre sus principales demandas encontramos: dificultad de conseguir lugares para la comercialización –“hoy vendemos en una feria que se hace una vez al mes, no conseguimos hacer buenas ventas, necesitamos llevar nuestro producto a más lugares”–; transporte para distribución de la producción –“tenemos dificultad para transportar los productos agrícolas, por ejemplo, generalmente contratamos fletes y son caros”–; falta de recursos para realizar inversiones ‒“no tengo un freezer para conservar los dulces, por eso lo que no vendo rápido lo pierdo”‒; limitación de tiempo para dedicarse al emprendimiento –“cuando termino de hacer las cosas de casa es que tengo tiempo de producir algo”‒; falta de conocimiento acerca de los procesos de gestión –“en el grupo no tenemos el hábito de registrar cuánto producimos y vendemos” y “en el emprendimiento no hay trabajo para todas las mujeres del grupo, son algunas las que producen y van a la feria, el trabajo queda en manos de algunas pocas personas”.

Las mujeres también tienen problemas para hacer cuentas, lo que está relacionado a las construcciones sociales de género, en que fueron históricamente más excluidas de la formación en matemáticas. Como dijo una agricultora: “Cuando hubo que indicar quien iba a participar del curso, querían que fuese yo. Pero no fui, porque me dijeron que había que hacer muchas cuentas”. Por esta razón se utiliza la herramienta del EVE (Estudio de Viabilidad Económica), compuesta por la identificación y el cálculo de los costos fijos y variables, inversiones, margen de contribución, punto de equilibrio, etc., y desarrollada con una perspectiva de apropiación para que las mujeres consigan una autonomía basada en el conocimiento necesario junto con la práctica que cada mujer tiene de su trabajo.

Merece ser destacado el hecho de que el “lucro” del emprendimiento no está “por encima de todo”. La sustentabilidad de la vida y del emprendimiento están íntimamente ligadas y ancladas en las relaciones de afecto que constituyen los grupos, el placer de producir y de salir a comercializar; como señaló una artesana: “No vemos el emprendimiento como un negocio lucrativo, o no sólo eso. Principalmente lo hacemos porque nos gusta, por placer, para distraernos… Entonces, es difícil hacer los cálculos, a veces no parece necesario y da miedo”.

Avances del proyecto

Junto al EVE, los trabajos de los equipos de gestión (coordinación, infraestructura, evaluación, otros lenguajes y registro) son un dinamizador de las discusiones político-organizativas, o sea, instigan las reflexiones sobre la organización, el proceso de trabajo, las relaciones entre las personas, el mercado, el Estado y la sociobiodiversidad.  Así, el esfuerzo apunta a relacionar lo que fue históricamente disociado: trabajo y gestión, economía y política.

La apuesta que nos desafía es lograr un trabajo en perspectiva crítica dialógica, que motive al mismo tiempo a los emprendimientos y a nosotros, las organizaciones de cooperación y apoyo, a promover deslizamientos y a creer en nuestra capacidad de insurgencia.

Este trabajo con emprendimientos de mujeres ha indicado la importancia de cuestionarnos el patriarcado y el machismo en el propio campo de la economía de los sectores populares, con la construcción de la equidad de género como camino para fortalecer esta economía. Finalizamos con un testimonio de una de las participantes durante un debate sobre género y raza: “Yo les explico a mis hijas lo que está pasando. Tengo una de 11 y otra de 14 años. Las mujeres están ganando espacio; el empoderamiento de la mujer negra es una guerra declarada. La mujer lucha para conquistar sus espacios. La lucha no es por derechos iguales. El negro quiere mostrar sus capacidades”.

 La Evaluación de Viabilidad Económica

La EVE es una propuesta de formación a desarrollar en dos años (2017 y 2018) y está estructurada en dos tipos de actividades: los encuentros presenciales, organizados por módulos durante dos días consecutivos (se prevé realizar nueve módulos a lo largo de los dos años), y las actividades de campo, que son encuentros en cada emprendimiento (en las casas de las mujeres, en los locales, en sede de asociaciones o de cooperativas). Estos encuentros de campo se dan entre los intervalos de los módulos de formación y funcionan como una asesoría directa.

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