Kolganov: “En Rusia no está muerta la idea del control obrero”
Por Andrés Ruggeri
El economista de la Universidad Estatal de Moscú y militante de la organización Alternatives nos da un panorama de las experiencias de autogestión en Rusia desde la Revolución hasta la actualidad, dándonos una perspectiva prácticamente desconocida fuera de Rusia. Kolganov rescata incluso prácticas de autonomía obrera en pleno estalinismo, y un movimiento de ocupación de fábricas paralelo a nuestro 2001, mostrando, una vez, que la autogestión es una experiencia mundial y que resurge en las circunstancias más difíciles.
Rusia suele ser un enigma para el común de los que vivimos en los países del hemisferio Occidental. La imagen que se ha ido creando, primero con la Unión Soviética y, ya terminaba la Guerra Fría, con la llegada al poder de Vladimir Putin, es la de un país autoritario, casi salvaje, algo así como la quintaesencia del despotismo. La izquierda (algunas de sus corrientes), a su vez, conoce de memoria los primeros años de la Revolución Rusa según la versión oficial de alguna de sus líneas, pero ignora prácticamente todo de las luchas sociales y los debates político-económicos que se dieron posteriormente. El discurso soviético oficial, por su parte, ayudó con su hermetismo a consolidar esa visión monolítica. Ya después de la caída de la URSS, esos viejos prejuicios e imágenes no se rompieron, e incluso se acentuaron desde que Rusia volvió a tener un papel activo en la política internacional. Pero, fuera de esta actuación geopolítica, poco y nada se conoce sobre la situación interna y las luchas sociales que ocurren en el país. La existencia de un movimiento de autogestión aparece así como algo difícil de imaginar. Sin embargo, esta entrevista al académico ruso Andrei Kolganov, que Autogestión para Otra Economía realizó en Moscú, nos muestra una sorprendente realidad: en la Rusia pos-soviética hubo un movimiento de ocupación de fábricas muy semejante a nuestras empresas recuperadas. Muy golpeado por la situación económica y la represión, este movimiento continúa hasta hoy, aunque en una forma reducida con respecto a su auge. Incluso, lo que es aún más sorprendente, Kolganov nos revela aquí que hubo experiencias de autogestión no solo en los inicios de la Revolución (como analizamos en el nro. 3), sino incluso en plena era estalinista.
Andrei Kolganov es un economista de la Universidad Estatal de Moscú y miembro de la red de izquierda Alternatives, con actuación en toda la Federación Rusa. Es un estudioso del fenómeno de la autogestión en su país, junto con otros investigadores, en su mayoría pertenecientes al mismo movimiento, como Alexander Buzgalin y Natalia Yakovenkla.
–En Occidente existe una idea oscura de Rusia, un país autoritario, casi salvaje, y eso impregna también al pensamiento de izquierda o de los movimientos populares. Imaginarse un movimiento de autogestión parece casi imposible, o limitado a los primeros tiempos de la Revolución Rusa. ¿Se puede hablar de autogestión en la Rusia contemporánea, hay ejemplos de este tipo de organización del trabajo?
–La historia de la investigación del problema de la autogestión en Rusia empezó en los años 80, durante la llamada Perestroika bajo Gorbachov. Ese período fue el primero en el que la idea de la autogestión empezó a discutirse abiertamente en la sociedad soviética y hubo mucho interés en las ideas de la autogestión, las cooperativas de trabajo, la participación obrera en las acciones de las empresas, etc. Pero fue un período muy corto, porque en los comienzos de los 90 en nuestro país comenzó la política neoliberal, empezaron las reformas económicas y la elite dominante se opuso fuertemente a la idea de la autogestión. A pesar de esto, hubo algunos intentos de organizar diferentes empresas bajo autogestión obrera. En esos tiempos, posteriores a la URSS, había diferentes tipos de empresas: compañías por acciones, cooperativas de trabajadores y empresas de propiedad únicamente estatal. Por ejemplo, se avanzó en la autogestión en una de estas empresas del Estado dedicada a la salud, que proveía acero quirúrgico, liderada por el académico Fedorov. Estos intentos se dieron en diferentes campos, en la industria, en la agricultura, los servicios, pero no prosperaron. Solo algunos casos pudieron instalarse, al comienzo de los 90, algunos tuvieron una vida muy breve, por el contexto, la atmósfera de reformas económicas liberales que no los favorecieron.
Nuestra legislación no era favorable a los trabajadores de las empresas autogestionadas. La situación de desarrollo económico era muy mala, algunas de estas cooperativas organizadas a fines de los 80 y principios de los 90 cerraron en el medio de una profunda crisis económica. Solo hubo algunas llamadas “empresas del pueblo”, empresas basadas en una legislación especial que las provee de algunos derechos para los trabajadores, empresas en que los trabajadores tienen mayoría del paquete accionario. Se organizó una asociación de estas empresas del pueblo, eran sociedades anónimas en las que trabajadores tenían el 75% de las acciones. Había unas 200 empresas de este tipo en los 90, pero ahora son solo unas decenas. Algunas de estas empresas se reorganizaron como empresas de paquete de capital abierto y los trabajadores perdieron la mayoría de las acciones. Hubo también algunos intentos de organizar autogestión obrera sobre la base de la ocupación de las empresas. En la historia de estas luchas, algunas fueron exitosas y otras no. Uno de los más famosos ejemplos de estos intentos fue la situación en la empresa papelera Vyborg. Los obreros la ocuparon porque había quebrado y el nuevo dueño había decidido desmantelar la maquinaria y el equipamiento y usarla como depósito. Era equipo de alta tecnología, de producción de diferentes tipos de papel y los obreros decidieron preservar la empresa bajo sus propias manos, durante dos años la mantuvieron en producción, continuaron con la producción de papel en coordinación con los diferentes proveedores, probaron que podían hacerlo, pero finalmente nuestro Estado decidió usar la fuerza para devolver la fábrica a un nuevo dueño.
–¿Cuándo fue este caso?
–Fue hacia el final de los 90. Usaron fuerzas especiales contra los trabajadores, algunos fueron heridos durante la batalla por el control de la fábrica. Fue una situación dramática, se discutió en la Duma (Parlamento) de la Federación Rusa, pero finalmente los trabajadores perdieron la pelea. Más exitoso fue el intento de una empresa harinera, un molino. Los obreros lograron darse cuenta de operaciones ilegales de los propietarios para cerrar la empresa y decidieron prevenir estas maniobras: ocuparon la fábrica y comenzaron a gestionarla por su cuenta. Finalmente, frente al conflicto, los dueños prefirieron liberarse de compromisos previos y acordar con la gestión obrera de la empresa incluso sobre los aspectos comerciales y financieros. Esta empresa existe todavía hoy, y es más o menos exitosa.
–¿Esta empresa está en Moscú?
–No, no en Moscú sino en la periferia, lejos, en la pequeña ciudad de Schuchansk. Tenemos también un puñado de cooperativas, pero no tenemos demasiada información sobre la cantidad, la situación, no hay estadísticas. Estas cooperativas tampoco tienen intención de proveer información pública, porque no quieren atraer la atención sobre su rendimiento, pues con mucha frecuencia empresas más o menos exitosas despiertan el interés de los grandes negocios. Entonces ellos prefieren mantener la independencia y no proveer información sobre sus probables éxitos económicos. Esta es la situación real, tenemos muy pequeños ejemplos de empresas de gestión o de control obrero, pero la idea no está muerta. La situación económica es muy desfavorable para cualquier experimento para el establecimiento de empresas autogestionadas, hay ahora estancamiento en la economía rusa, muchos sectores de la economía están en depresión, algunos sectores casi parados, especialmente en la industria manufacturera. En esta situación es muy difícil conseguir éxito en el rendimiento de estas empresas, es muy difícil recibir créditos. Por ejemplo, la tasa de ganancia para la mayor parte del sector industrial manufacturero es de menos del 10%, y la tasa de interés es más alta que eso. Entonces, es casi imposible recibir créditos, especialmente créditos de largo plazo. Esta es la situación real.
–Estos casos que nos has contado son muy similares a los nuestros, con esas mismas circunstancias de operaciones ilegales de los propietarios, las tomas de fábricas, etc. La diferencia pareciera ser que en Argentina, la autogestión del trabajo ha construido un complejo de normativas, muy débiles, pero que permiten el funcionamiento de las empresas recuperadas como cooperativas…
–Sí, veo. En Rusia la situación es algo similar, porque tenemos marcos legales para las empresas que ya existen, pero no tenemos un marco legal para las nuevas que se puedan fundar. Solo para las cooperativas lo tenemos, pero las cooperativas suelen ser muy pequeñas y para las pequeñas empresas la situación es muy desfavorable en lo económico. Nuestras pequeñas empresas históricamente pelean por la supervivencia, no por el desarrollo.
–En nuestro caso, posiblemente también sea así. ¿Pero estos casos de ustedes tienen alguna relación con la historia del movimiento obrero en Rusia, la historia soviética?
–Ideológicamente, existe alguna conexión con nuestra historia soviética. Por ejemplo, en 1917 hubo un muy amplio movimiento por el control obrero de las empresas, después de la revolución pero antes de la nacionalización. Y antes de la revolución hubo una lucha por el control obrero. También hubo algunos experimentos durante la industrialización, por ejemplo en aquel período hubo un gran número de equipos de trabajo autónomos dentro de las empresas. Este movimiento para establecer estos colectivos autónomos fue apoyado inicialmente por los líderes del Partido, pero luego cambiaron su posición y este movimiento se frenó. Los colectivos de trabajo perdieron su autonomía.
–¿Esto fue durante los años 30?
–Sí, fue entre los últimos 20 y los 30. Después de la Segunda Guerra Mundial, de tiempo en tiempo, en algunas ramas de la economía, en la agricultura, la industria de la construcción, de fabricación de maquinaria, se restablecieron estos equipos autónomos, que probaron efectividad, pero fueron solo experimentos muy locales. Solo en una empresa, en Kaluga, todos los equipos de trabajo se convirtieron en autónomos, formaron un consejo de estos equipos autónomos, consiguieron ciertos derechos para la gestión como un todo. Esto fue posible porque un directivo de esta empresa prefirió acordar esto con los trabajadores para probar su capacidad de participación en las decisiones a nivel de empresa. Pero solo fue un caso. Ahora, esta empresa ha sido privatizada, no hay más autogestión.
–¿Pensás que es posible en una perspectiva futura que la autogestión se vuelva un movimiento más importante en Rusia, en función de la situación económica y política?
– No tengo una visión optimista de las perspectivas de resurgimiento de un movimiento como este en el corto plazo. Pero espero que la presente situación económica, que lleva inevitablemente a tensiones sociales, tenga algunas consecuencias en el futuro. Y, finalmente, espero que se dé un resurgimiento del activismo en el movimiento obrero, una nueva ola de intentos de organizar la autogestión en las empresas. Pero me parece que eso será imposible sin un muy amplio conflicto social. Solo en esa situación, creo, puede darse esa reactivación de este proceso entre los trabajadores. Ahora, la mayoría de ellos optan por la lucha por la supervivencia individual. Es posible entender esa posición, pero me parece claro que solo una situación de emergencia puede empujarlos hacia una posición más activa, más solidaria, una lucha más colectiva. Creo que eso es similar a lo que pasó en Argentina, una situación de emergencia y necesidad que llevó a la recuperación de las empresas. Estoy convencido de que los trabajadores pueden hacer avances extraordinarios hacia la autoorganización. En tiempos normales, hay ejemplos muy contados de esto.
–Es muy interesante, porque fuera de Rusia nada de esto es conocido.
–Sí, no tenemos ejemplos muy optimistas de nuestro movimiento de autogestión en los últimos tiempos pero…
–¡Pero los tienen!
–Sí, los tenemos. La idea no está muerta y la práctica tampoco está absolutamente derrotada. Tenemos confianza en el futuro porque las contradicciones del sistema capitalista no desaparecieron. Estas contradicciones son el fundamento básico para la lucha obrera. Por eso creo que la lucha va a continuar en el futuro.