La mujer ladrillera en las fábricas y en la economía popular
En muchos hornos se sigue prohibiendo la entrada de las mujeres, con lo que
se reproduce un mito que tiene antiguas raíces paternalistas y patriarcales pero que
demanda una profunda revisión a raíz de la irrupción de las cooperativas ladrilleras.
La actividad de producción de ladrillos de barro en muchos casos implica que los
trabajadores vivan solos o con sus familias en los terrenos de las fábricas. En otros
casos la familia ladrillera vive en otro lugar pero en los procesos largos de trabajo
acompañan al hombre que trabaja en ella y durante ese acompañamiento tanto las
mujeres como les niñes “ayudan” al hombre. Por esto el sindicato Unión Obrera
Ladrillera de la República Argentina – UOLRA planteó que no solo tiene que velar por
el bienestar de los trabajadores sino también por el de la familia ladrillera.
Estamos hablando de trabajo infantil y de trabajo no registrado de las mujeres. En
realidad es peor que “trabajo en negro”, porque si fuera así se les reconocería como un
trabajo y se les pagaría por realizarlo. En estos casos se desconoce que la mujer esté
trabajando porque sólo “ayuda” y por eso no se le paga; generando la infantilización del
trabajo de la mujer. El secretario general de la UOLRA Luis Cáceres plantea que en el
sindicato no se generó la comisión de género para subirse a la ola del movimiento de
mujeres sino que había una necesidad de visibilizar el trabajo que hacen las
compañeras. Pero, como veremos, esta no es una situación aislada.
El trabajo cambia
Entre los múltiples cuestionamientos que sufrió la definición de trabajo, está el lugar
común de ¨si no es remunerado no es trabajo¨. Con este viejo concepto una misma
actividad puede considerarse trabajo o no según si la persona que la realiza recibe
remuneración o no la recibe.
Haciendo un paralelismo con el mundo empresarial se podría asimilar el trabajo en la
casa propia al que realiza un empresario/a, que por ejemplo atiende la caja de su
negocio. A nadie se le ocurriría decir que esa persona no trabaja, pero podríamos
plantear que quien le genera un ingreso es la inversión que realizó, o sea el negocio, y
que sólo está haciendo el cuidado de esta. Como máximo se está generando un ahorro
en la contratación de un empleado/a que realice las cobranzas.
Con el tiempo estos conceptos se abordaron también desde la economía ortodoxa,
planteándolos desde el costo de oportunidad. Básicamente reconoce el trabajo de
estas personas equiparándolo a lo que se tendría que pagar por adquirir el bien o el
servicio. La frase “cambio la plata” refiere a que muchas veces no conviene que una
mujer trabaje fuera de la casa porque el costo de pagarle a alguien que atienda a les
niñes, por ejemplo, no dista mucho del ingreso que puede conseguir.
Lo que falla en ese razonamiento es que la mujer también cubre el costo necesario
para que el hombre pueda desarrollar su actividad. Por lo tanto, como mínimo habría
que hacer un prorrateo, pero también se debe tener en cuenta que la mujer trabajando
en la casa pierde los aportes jubilatorios que sigue teniendo el hombre que trabaja
afuera.
Otro ladrillo en la pared
Volvamos al caso del trabajador ladrillero. En las fábricas cobra muchas veces a
destajo y para aumentar la producción recibe la “colaboración” de su pareja mujer y de
sus hijes; o bien durante la quema se turnan para el cuidado del horno, por lo que ya
estamos hablando de reconocer un trabajo invisibilizado. Su trabajo, el de la mujer, se
traduce en mayor productividad por parte del hombre lo que conlleva a un mayor pago.
La mujer realiza un trabajo que se ve claramente materializado en mayor producción
pero el que cobra es su pareja. ¿Hay mayor exponente de la economía machista que
relegar a las mujeres a situación de dependencia del hombre incluso cuando realizan
un trabajo remunerado? ¿Se puede pensar en un sindicato que sólo realice reclamos
de aumento de sueldo en un contexto donde hay explotación infantil, maltrato y
ninguneo hacia la mujer, que la coloca incluso en una posición de servidumbre, y una
relación de dependencia que va más allá del ámbito laboral?
Esto se puede sostener solamente porque se creó la idea de que el trabajo de la mujer
está prohibido en el sector ladrillero en relación de dependencia. En algunas fábricas
prohíben la entrada de las familias.
Mito o prohibición legal
Para analizar esa prohibición hay que pensar en el momento histórico en el que se
desarrolló. Actualmente parece algo imposible que un ministerio de Trabajo avale algo
así, pero en décadas anteriores se lo veía como una protección a las mujeres. Más allá
de que se encuentre o no esa norma específica, hay que dejar planteado que, como
mínimo, estamos hablando de una imposición no formal porque en la vida cotidiana se
aplica.
En el Convenio Colectivo de Trabajo de la actividad (CCT 92/1990), y en las posteriores
enmiendas, no hay nada al respecto. Solamente en el CCT 331/01 de la Provincia de
Tucumán aparece una restricción al trabajo de las mujeres.
Allí se puede observar que “Queda prohibido que el EMPLEADOR de trabajo a mujeres
y menores en la actividad ladrillera como cortadores.” Del análisis de las categorías se
puede deducir que esta oración está colocada por referirse a una actividad físicamente
desgastante del trabajo del cortador.
Actualmente la sociedad ha cambiado y no es admisible sostener que se debe realizar
ese “cuidado” aunque todavía hay actividades en que a las mujeres le resulta difícil
insertarse. Incluso desde una mirada de aquella época el convenio permitía que las
mujeres también se desempeñen como “Peón jornalizado¨, ¨Chofer¨ o ¨Maquinista¨.
Aun cuando se estaría consolidando una división sexual del trabajo aplicar la norma
escrita es un avance en comparación con la situación actual.
Por lo tanto la actividad que actualmente realizan muchas mujeres en forma
clandestina, limpieza de la cancha de corte u oficial cargador y quemador entre otras,
están habilitadas para realizarlas formalmente. Solo falta que sean registrado y se
podrá ver que no pasa nada.
Pero en la Economía Popular esta prohibición se mantiene aun cuando no hay ninguna
normativa que rija a la economía informal. No se puede trasladar una situación que rige
para el empleo en relación de dependencia a la economía popular; no obstante en el
sindicato se cuenta que muchas trabajadoras ladrilleras de la economía popular cuando
ven alguien desconocido y sospechoso se esconden o niegan que estén trabajando. La
prohibición de las mujeres en la actividad ladrillera se transformó en un mito para el
resto de la actividad. Este es un desafío más para el sindicato: romper la creencia de
una prohibición inexistente.
Las cooperativas tienen una lógica de trabajo diferente, incluso rompen con la
alternativa que se utiliza en la economía popular para poder operar formalmente, de
inscribir a una sola persona (generalmente al hombre) en los impuestos; generando
una desigualdad más ya que exterioriza al hombre como el productor. En ellas, en las
cooperativas, todas las personas asociadas tienen la misma categoría y
responsabilidades fiscales; además ya no hay un productor que está por encima del
resto sino que es la cooperativa quien fabrica a través del trabajo de sus asociades
para luego vender.
Dentro de las cooperativas de trabajo se empezó a hablar de la mujer como trabajadora
ladrillera amparándose en los principios del cooperativismo, donde no puede haber
categorías de asociades ni sumisión a una persona. Pasa a ser lo natural romper la
prohibición del trabajo de la mujer que está en el imaginario colectivo.