Pensar, habitar y sentir la educación
Fueron amenazadas con pistolas por el anterior dueño del jardín y vendieron pollo con ensalada para poder conformar la cooperativa. Un año después, llegó la pandemia para cambiarles los planes pero las integrantes de Las Acacias no lo dudaron y siguieron educando: “Lo principal para nosotras es el sostenimiento de lo afectivo”.
Volver a anclar a la escuela en el territorio, construir una comunidad educativa con las familias, con los vecinos, con el kiosco de la esquina. Un proyecto pedagógico con arraigo territorial. Ese es el sueño que defienden las docentes que integran Las Acacias, según cuenta Yamila Berdún, co-fundadora del jardín cooperativo que funciona desde principios de 2019 en La Plata.
Las Acacias nació bajo el lema “Hacer escuela es pensarla, habitarla y sentirla” y, desde ese momento, logró pasar de 20 estudiantes matriculados a 150. “El crecimiento tiene que ver con les veinte pibis que vinieron primero. El boca en boca fue fundamental porque las familias advirtieron que se trataba de mucho más que un slogan. Nosotras somos fuertes defensoras del sistema público de educación, pero formamos parte del sistema privado, entonces pensamos dónde podemos hacer la diferencia. No queremos hacer merchandising de la educación, vender la educación como si fuera un producto con un moño”, explica Yamila.
“Nosotras realmente queremos que eso que proponemos como una voz de presentación se vuelva realidad: que las personas que pasen por acá piensen la escuela, la habiten, la construyan. Y eso es lo que está ocurriendo. Y ahí están las bases del crecimiento que nosotras podemos visibilizar hoy y hacia el futuro”, agregó.
Mucho más que un slogan
Yamila habla de Las Acacias con un tono didáctico y afectivo: “El proyecto que tenemos a largo plazo es la construcción de un espacio pedagógico que proponga una mirada diferente sobre las infancias, donde las docentes nos hagamos cargo de que tenemos una función política, somos agentes del Estado y tenemos una responsabilidad muy profunda. Un proyecto pedagógico que siente las bases en la afectividad, en lo que le pasa a las infancias”.
En ese sentido, los vínculos que las docentes del espacio construyen con las familias y los niños se distingue por el compromiso: cuando, durante la pandemia, un estudiante se ausentaba unas clases, la docente acudía a su casa. De la misma forma, en los casos en que una actividad específica resultaba difícil para algún niño, se le acercaba a las familias herramientas particulares para desarrollar el trabajo.
“La propuesta de nuestro proyecto es pensar en la necesidad de cada pibe -dice- porque garantizar la igualdad en el derecho a la educación no significa que para todos tiene que ser lo mismo, sino que para cada uno tiene que ser lo que necesita”.
Además, Yamila explicó las desventajas de la educación tradicional que motivan a Las Acacias a generar una propuesta innovadora: “Hoy lamentablemente el sistema educativo es una carnicería, nos cuesta mucho salir de la réplica de los sistemas tradicionales de educación que ya no tienen nada para ofrecerle a les pibis. Si seguimos discutiendo en las escuelas si podemos usar el lenguaje inclusivo, la escuela atrasa, porque ya está instalado en las calles y la institución tiene que estar preparada para recibir a les pibis con todas sus transformaciones sociales, no puede estar atrás. Porque sino ¿cómo abordas a las juventudes y a las infancias? Si la escuela no está preparada para eso, se tiene que salir a preparar”.
Educar en cooperativismo
“Dentro de las empresas recuperadas somos minoría- sentenció Yamila- Generalmente, las empresas recuperadas son fábricas, mientras que nosotras estábamos muy cruzadas por la normativa de educación y por los derechos de la infancia. Somos un colectivo de mujeres que recuperaron una empresa, lo que hace difícil, todavía, la inserción en algunos ámbitos. Además, al no pertenecer al ámbito productivo, nos cuesta mucho más acceder a programas porque generalmente son para insumos, maquinaria, inversión en producción y no cumplimos todos los requisitos”.
Sin embargo, y a pesar de las dificultades, Las Acacias logró acceder a un subsidio en el marco de un convenio entre FEDECABA (Federación de Cooperativas y Empresas Autogestionadas de Buenos Aires Para Otra Economía) y el INAES. ¿Cómo fue? La cooperativa logró la asistencia de otra empresa recuperada, Aural Escuela de Sonido, Arte y Multimedia –asociada a la federación- quien hizo de puente para que accedieran a los $400.000 del fondo ya que no tenían matrícula, ni CUIT ni cuenta bancaria. Y además, otra asociada de esa federación, la asociación civil TES (Trabajando Por la Economía Social) les prestó asesoramiento jurídico y administrativo. Con los fondos obtenidos, pudieron realizar reformas en pos de la habilitación del jardín.
El artículo 90 de la Ley de Educación Nacional establece la promoción de “la incorporación de los principios y valores del cooperativismo y del mutualismo en los procesos de enseñanza-aprendizaje y la capacitación docente correspondiente”. Sin embargo, como cuenta Yamila, el Estado aún le debe al sector una mayor generación de políticas y organismos que lo contengan: “Las cooperativas de cuidado y de educación estamos apartadas. Tenemos un proyecto, más utópico, de construir dentro de los organismos que tanta importancia le dan al ámbito de la producción, una pata gubernamental sobre las cooperativas de educación y darles un marco”.
A fin del año pasado, el equipo de Las Acacias viajó a Gualeguaychú para participar del Primer Encuentro Federal del Festival Cultura Cooperativa, donde fueron invitadas como oradoras en la mesa redonda de empresas recuperadas. “Fue maravilloso, porque surgieron un montón de vínculos y contactos nuevos. Nuestra particularidad es que, aparte de la cooperativa, somos una escuela, entonces encontramos un paralelismo entre dos caminos distintos: lo vincular de la escuela, que es con las familias, con el barrio y lo vincular con otras cooperativas y entidades. En ese camino estamos, de Gualeguaychú volvimos re manijas de organizar el próximo encuentro acá en La Plata”, aseguró Yamila.
Del aula a la pantalla
A fines de 2018 se enteraron de que cerraba Paso a Pasito, como solía llamarse el jardín antes de ser gestionado cooperativamente; en 2019 se constituyeron como cooperativa y recuperaron el espacio. El primer año lograron sobrellevarlo con los vericuetos que supone la construcción de un espacio autogestionado, pero en 2020, a un año de haber comenzado, la emergencia sanitaria mundial obligó a permutar el aula por la videoconferencia.
Sin embargo, a diferencia de gran parte de la comunidad educativa, para las docentes de Las Acacias el camino pandémico no fue tan empinado: “Hubo dos factores fundamentales. El primero es la calidad del equipo que constituye a la cooperativa, somos todos muy conscientes de que la condición es distributiva y tenemos un nivel de apropiación muy fuerte con el espacio. Por otro lado, el gran apoyo que recibimos de las familias, el sostenimiento colectivo y la creación de puentes vinculares. El que pudo pagar la cuota la pagó, el que pudo pagar un poco menos pagó menos y quien no pudo pagar, no pagó”.
“Nosotras abrimos un jardín con 20 estudiantes en 2019 y hoy estamos abriendo con 150, después de dos años de pandemia y de la peor economía del mundo en 2018 y 2019 -se entusiasma Yamila- . Hicimos un salto enorme en las peores condiciones. Entonces vemos muy cercano el crecimiento, porque nuestro slogan atraviesa las paredes de la institución. Hoy todas las trabajadoras del espacio cobran lo que tienen que cobrar. Para nosotras, eso es un montón”, concluyó.