Thursday Mar 28, 2024

El proceso de autogestión desconocido de la Argelia revolucionaria

Por Andrés Ruggeri

En los años ´60, el norte de África experimentó uno de los procesos autogestionarios más masivos de la historia. La Revolución Argelina llevó al desarrollo de miles de empresas autogestionarias como consecuencia de la expulsión de los colonialistas franceses, bajo el liderazgo de Ahmed Ben Bella, quien supo trabar una relación de confianza y admiración mutuas con el propio Che Guevara.

La Revolución Argelina es mayormente conocida por la cruenta guerra de liberación que enfrentó a las guerrillas del FLN (Frente de Liberación Nacional) con las fuerzas coloniales francesas, y que fue retratada magistralmente en la película La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo. Los genocidas argentinos, más que en otros países, se inspiraron en las enseñanzas de la ultraderecha francesa que combatió a los rebeldes argelinos con las mismas herramientas de terrorismo de Estado, desapariciones forzadas, tortura y clandestinidad. Los argelinos pagaron con un millón de muertos y enorme destrucción su independencia, que lograron en 1962.

Pero además de esta trágica experiencia, Argelia vivió uno de los más masivos procesos de autogestión de la última mitad del siglo XX, bajo el gobierno de su primer presidente, Ahmed Ben Bella. Opacada por la brutalidad y heroicidad de la guerra y, tal vez, por no ocurrir en un país central, la autogestión argelina permanece prácticamente desconocida. Pasó casi desapercibida en su época, pocos años antes de las tomas de fábricas del Mayo Francés, que duraron apenas un mes y pusieron en boca de la izquierda mundial la palabra autogestión. Y más ignorada aun es ahora, más de medio siglo después de los hechos. Sin embargo, abarcó más de mil empresas industriales (en un país casi sin industria) y el 80% de sus tierras agrícolas.

La revolución argelina

Al final de la Segunda Guerra Mundial, los viejos imperios coloniales europeos empezaron a derrumbarse, jaqueados por la debilidad en que habían quedado las metrópolis y por el surgimiento de grandes movimientos anticoloniales. Argelia, la joya del imperio francés en el norte de África, no fue la excepción. Ese país era para Francia una parte fundamental no solo de su imperio colonial sino también de la propia economía, pues era a la vez proveedor de materias primas y mercado para sus productos. Más de un millón de franceses o colonos de origen francés (conocidos como pieds-noirs, pies negros) formaban la administración colonial y dominaban los negocios y las empresas, incluyendo las explotaciones agrícolas, mientras que muy escasos argelinos llegaban a formar parte de los escalones intermedios de la economía y la sociedad de la Argelia francesa. Para la clase dominante francesa, la pérdida de Argelia no estaba en los cálculos. Antes que eso, preferían liberar el resto de sus colonias y concentrarse en mantener Argelia. En los hechos, eso significó que las otras dos colonias francesas en el Magreb, Marruecos y Túnez, fueran declaradas independientes casi sin violencia, mientras que el poder colonial se reforzaba en Argel.

En 1954, el mismo año en que los vietnamitas humillaron al ejército francés en Dien Bien Phu, el Frente de Liberación Nacional declaró el comienzo de la insurrección en Argelia. La guerra que siguió duró ocho años y llevó a enormes pérdidas y grandes crímenes de guerra por parte de los franceses. La insurgencia argelina peleó contra el ejército regular francés y también contra una milicia terrorista irregular, la Organización del Ejército Secreto (OAS, por sus siglas en francés), que estaba formada por militares franceses que no querían ceder y por pieds-noirs radicalizados que se resistían a abandonar el país.

El FLN distaba bastante de ser una organización monolítica. En su interior confluían distintas corrientes: desde un grupo moderado formado por la segunda línea nativa de la administración colonial hasta grupos de izquierda que se reivindicaban marxistas, pasando por islamistas y sectores alineados de acuerdo a sus pertenencias étnicas. Lo que los unía era la lucha contra el poder europeo, pero las contradicciones aflorarían al retirarse los franceses. Durante la lucha, las pérdidas de la organización fueron cuantiosas, especialmente cuando la estrategia contrainsurgente del terror planificado empezó a dar resultados (como muestra el film de Pontecorvo), lo que supuso que la mayor parte de los dirigentes fueran presos o resultaran asesinados, mientras que otros se vieron forzados al exilio.

Los guerrilleros argelinos no consiguieron derrotar militarmente a los franceses, pero lograron hacer políticamente insostenible la dominación francesa. De Gaulle negoció con el FLN y el 1 de julio de 1962 se hizo un referéndum de independencia en que el pueblo argelino aprobó masivamente la independencia. Esto determinó la inmediata retirada de los franceses, a pesar de la oposición de la OAS, que hasta intentó dar un golpe de estado en la propia Francia. Ahmed Ben Bella, que presidía el FLN, asumió el poder.

Surge la autogestión

La lucha por la independencia costó cerca de un millón de muertos y una enorme destrucción para Argelia. Además, el fin del régimen colonial significó la huida masiva de los franco-argelinos, que eran los que manejaban el grueso de la estructura económica del país. Los colonos eran quienes dirigían las industrias, el comercio y la explotación agropecuaria, ocupaban los puestos claves de la administración y eran la mayor parte de los cuadros técnicos de las empresas. Su precipitada retirada dejó a Argelia en un estado caótico. La OAS y muchos pieds-noirs, antes de irse, se ocuparon de sabotear y destruir las instalaciones que dejaban, incluso poniendo bombas en fábricas o despedazando maquinaria, con todo el odio que la derrota puede desatar en los racistas acostumbrados a despreciar a los oprimidos.

Ben Bella y los dirigentes del FLN se enfrentaban a una situación extremadamente compleja. A este panorama de destrucción se le agregaba la propia falta de acuerdo y las rivalidades entre los distintos sectores del movimiento. En medio de esta confusión, el proyecto económico no estaba para nada claro, a pesar de la tendencia al socialismo del grueso de los sectores, empezando por el propio Ben Bella y el comandante de las fuerzas militares, Houari Boumédiène.

Los que empezaron a resolver la situación fueron los propios trabajadores argelinos. El abandono de las explotaciones agrícolas por sus propietarios había dejado a cientos de miles de trabajadores rurales a la deriva, pero tanto las tierras como las manos para trabajarlas estaban disponibles. Los campesinos, que habían además sido el corazón de la resistencia a los colonialistas, decidieron continuar el trabajo por su cuenta sin esperar decisiones desde arriba, algo que, además, recomendaba el sentido común frente al caos en que asumía el nuevo gobierno. Las posesiones de los pieds-noirs pasaron a considerarse propiedades e instalaciones “vacantes”, y fueron rápidamente puestas en producción por los mismos trabajadores que antes las cultivaban para los colonos. Algunos cuadros del FLN participaron en estas expropiaciones de hecho y ayudaron a organizar la producción en forma autogestionaria.

En las ciudades, las escasas fábricas que habían sobrevivido a la destrucción causada por la OAS al huir del país estaban en una situación similar. Los obreros se encontraron con las empresas abandonadas y tomaron la producción en sus manos. Debieron reparar o reemplazar la maquinaria faltante y suplir a los profesionales que faltaban, y lo hicieron como pudieron, pues el gobierno colonial les impedía el acceso a la educación técnica y superior a los argelinos. Mientras el gobierno del FLN consolidaba su poder, fueron los trabajadores, tanto en la ciudad como en el campo, los que mantuvieron la economía del país en funcionamiento, a pesar de las desastrosas condiciones.

En la gran mayoría de los casos, como en nuestras empresas recuperadas, la necesidad impulsó el comienzo de la autogestión. Los sindicatos y las células de base del FLN fueron el otro factor aglutinante y quienes empezaron a plantear que lo que estaba surgiendo era una nueva forma de producción: la autogestión. El modelo de Yugoslavia[1], en su apogeo en aquel entonces, empezó a ser observado como un camino posible con el cual se podía identificar lo que la clase trabajadora argelina estaba haciendo por su propia iniciativa.

Ben Bella y la autogestión

Ahmed Ben Bella logró consolidar su gobierno en los meses siguientes a la declaración de independencia, y a fines de 1962 ya es formalmente el presidente de la República Democrática y Popular de Argelia. Aunque los años en que estuvo preso en Francia lo habían alejado de las estructuras del FLN, contaba con el apoyo del Ejército de Liberación Nacional, comandado por Boumédiène, y era extremadamente popular. El FLN no era un partido socialista, sino un movimiento de liberación anticolonial que libraba una sorda disputa interna por el poder y por el rumbo político del país en esos mismos momentos. A pesar de su relación con Cuba y con el bloque socialista, el FLN evitó alinearse con la Unión Soviética y proclamó la búsqueda de un camino propio al socialismo. En esa búsqueda, Ben Bella decidió apoyarse e impulsar la autogestión. En marzo de 1963, a través de una serie de decretos, el gobierno legalizó la autogestión y la convirtió en política de Estado.

El decreto de la autogestión se inspiraba tanto en la experiencia yugoslava como en la propia organización que se habían dado los trabajadores argelinos. Se estructuraba en un comité de gestión, que era electo directamente en asamblea en empresas de más de diez trabajadores y que podía estar conformado por entre tres y diez personas, de acuerdo a la cantidad de miembros de la organización. A su vez, este comité elegía un presidente, que era representante de la empresa en las diferentes instancias, y contaba con capacidad de relacionarse con otras entidades y con el Estado. Sin embargo, su facultad estaba limitada por la existencia de otro director, que era nombrado por el gobierno. Esta doble estructura suponía una suerte de cogestión pero, a la vez, restringía las posibilidades de decisión de la base. La preocupación que sustentaba este esquema, en el pensamiento del gobierno, era evitar que los trabajadores desarrollaran su empresa sin tomar en cuenta las necesidades de la sociedad, y simultáneamente conservar la posibilidad de tener algún tipo de planificación regional y nacional.

El gobierno comenzó a tener en sus manos la mayoría de los resortes de funcionamiento de las empresas autogestionadas, aunque seguía sosteniendo la autogestión como el camino elegido para la construcción de un socialismo propio. El liderazgo del FLN tenía sus urgencias para hacer funcionar lo más rápidamente posible la economía argelina y dudaba entre diferentes opciones. Las explotaciones rurales comenzaron a rendir sus frutos en forma rápida, pero necesitaban maquinaria, técnicos y capital para ampliar su alcance, mejorar la calidad y ampliar la capacidad productiva. Para eso necesitaban del gobierno, porque los bancos seguían en manos privadas y no manifestaban ningún interés en dar crédito a las fincas “vacantes”. Peor aun era el caso de las fábricas y empresas urbanas: la necesidad de profesionales que manejaran los procesos técnicos más complejos y de financiamiento para la provisión de insumos, reparación y compra de maquinaria ahogaba las posibilidades de la autogestión como motor de reconstrucción nacional.

A pesar de esto, Ben Bella siguió sosteniendo que la autogestión era parte constitutiva fundamental del proyecto socialista argelino. De hecho, sin la autogestión, el nuevo Estado independiente en formación no hubiera tenido elementos para una rápida recuperación de los niveles mínimos de funcionamiento de la economía. Algunas empresas, incluso, crecieron rápidamente, especialmente en algunas zonas rurales y en la industria subsidiaria de la explotación petrolera y gasífera. Al mismo tiempo, la autogestión seguía conviviendo (y compitiendo) con la empresa privada, que no había desaparecido y que poco a poco empezó a fortalecerse, pues no todo el sector privado quedó “vacante”, sino solo aquel en propiedad de los colonos franceses. Las empresas directamente bajo capital francés metropolitano y las de capital transnacional continuaron operando. Y el sector público comenzó a crecer, en ocasiones a costa de la autogestión.

Los trabajadores argelinos que, al igual que las organizaciones que protagonizaron la lucha anticolonial, no tenían una ideología autogestionaria previa, no siempre se comprometieron con el desarrollo de las empresas autogestionarias. En algunos casos lo vieron como una opción dictada por la necesidad. Cuando los cuadros gubernamentales o los capitales privados avanzaron en el control de sus empresas, muchos de ellos optaron por ceder. Otros, en cambio, defendieron lo logrado a pesar de las dificultades.

El abandono del proyecto autogestionario

Con las contradicciones señaladas, Ben Bella mantuvo la validez del socialismo autogestionario. Dentro de su concepción, embrionaria, el proyecto socialista argelino se diferenciaba del soviético y la autogestión era la herramienta para conformar un Estado con hegemonía de campesinos y obreros. Sin embargo, los problemas internos dentro del FLN iban volviendo en su contra la correlación de fuerzas internas. La aproximación a Cuba y el apoyo al Che Guevara en sus giras por el continente africano, por ejemplo, no eran bien vistas por todo el gobierno. Los sectores más moderados y el ejército empezaron a cuestionar la radicalización de Ben Bella, tanto en lo internacional como en lo local. Las diferencias con Boumédiène, el jefe del Ejército, se agudizaron, hasta que el 19 de junio de 1965, Ben Bella fue depuesto.

Boumédiène y Bouteflika tomaron el poder y encarcelaron a Ben Bella. Las relaciones con los cubanos se enfriaron rápidamente y Argel dejó de ser el centro de los movimientos de liberación africanos. En cuanto a la autogestión, Boumédiène no se pronunció en contra, pero en los hechos el proceso quedó cada vez más aislado y carente de todo apoyo. Algunas de las empresas autogestionadas se convirtieron en cooperativas que aún hoy sobreviven, aunque alejadas del espíritu original. El sector estatal creció y el gobierno del FLN se encaminó hacia un socialismo de Estado, de partido único y dominado por los militares. Posteriormente, luego de la muerte de Boumédiène en 1978, el sector privado volvió a ganar espacio en la economía. Ben Bella recién fue liberado a principios de los años ´80.

 


 

Argel era una fiesta

Argel, la capital del país, bajo el impulso de la revolución y el extraordinario triunfo que significó la retirada del imperio francés de su colonia más valiosa, se empezó a convertir en uno de los centros de actividad de los movimientos de liberación de toda África y de gran parte del mundo. Era la época del nacionalismo árabe de Nasser, del socialismo africano[2], del recrudecimiento de la guerra de Vietnam y, especialmente, de la Revolución Cubana. Apenas instalado el gobierno de Ben Bella, la ciudad empezó a hervir de representantes de todos los movimientos anticoloniales y revolucionarios de África y el Tercer Mundo: desde Agostinho Neto y Amílcar Cabral, líderes de las guerrillas que combatían a los portugueses en Angola y Guinea, hasta el propio Nelson Mandela, que recibió instrucción militar en las montañas del Magreb antes de volver a Sudáfrica y permanecer prisión durante 27 años.

 

El Che y Ben Bella

La relación entre las revoluciones cubana y argelina empezó pronto: ya en al año ´59, a meses del triunfo de las fuerzas de Fidel Castro, los cubanos enviaron un barco repleto de armas para el FLN, y que volvió a Cuba cargado de heridos para ser atendidos y de niños para ser escolarizados en la isla. El nexo para este intercambio fue un argentino, Jorge Massetti, periodista devenido revolucionario que fundó ese año la agencia Prensa Latina, en la que empleó entre otros a Gabriel García Márquez y Rodolfo Walsh. Massetti, que preparaba junto al Che una futura guerrilla en Argentina (el fracasado intento del Ejército Guerrillero del Pueblo, en el que perdió la vida en Salta, en 1964), continuó la relación con el FLN ya en el gobierno y, en 1962, apenas tomado el poder por Ben Bella, un grupo de cinco argentinos se instaló en Argel para entrenarse. Poco después, arribó el primer embajador cubano, el comandante Jorge “Papito” Serguera, que llevó la relación con Ben Bella a niveles de mayor confianza. Tanta, que Cuba envió poco después un regimiento de tanques dispuesto a entrar en combate con Marruecos, que había invadido una región fronteriza de Argelia, aunque la paz entre los vecinos se acordó antes.

Poco después, el Che hizo la primera de una serie de visitas a Argelia, en las que estableció una amistad con Ben Bella y con otros líderes argelinos. A fines de 1964, Guevara se instaló en Argel por varios meses y afianzó esa relación, y desde ahí partió para una extensa gira por varios países africanos en la que sentó las bases de la futura política cubana hacia el continente, y tomó la decisión de apoyar con su presencia la guerrilla del Congo, a la que se sumó algunos meses más tarde. Fue en esta visita donde pronunció el famoso “Discurso de Argel”, en el que criticó agudamente la política soviética hacia el Tercer Mundo.

El golpe contra Ben Bella enfrió las relaciones cubano-argelinas, que recién se normalizaron en los años ´70. El Che, como sabemos, no volvió a Argelia, y un par de años después moriría asesinado en Bolivia. Ben Bella estuvo en prisión casi 20 años, siempre acompañado por una foto de su amigo el Che.

 


 

BIBLIOGRAFÍA:

Southgate, Samuel, “De la autogestión obrera al control burocrático del Estado: la autogestión en Argelia”, en Azzellini y Ness: Poder obrero. Autogestión y control obrero desde La Comuna hasta el presente. La Oveja Roja, Madrid, 2017.

Raptis, Michel, “Une democratie autogestionnaire en gestation en Algérie”, en Coulanges, Lucien (comp.) Autogestion. Hier, aujourd’hui, demain. Editions Syllepse, París, 2010.

Ben Bella, Ahmed. “Che Guevara, Cuba y la revolución argelina”. Octubre de 1997, París.

[1] Ver Autogestión Nro 1: “Las tensiones de la experiencia yugoslava”, por Ariel Mogni. Disponible aquí.

[2] Ver nota en Autogestión Nro. 7. Disponible en este enlace.

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