Los frigoríficos recuperados contra el Lobby Feroz
Por Roly Villani (*)
En marzo de 2017 les cerraron la planta que habían recuperado y cooperativizado en 2004, pero la de Frigocarne Sin Patrón es la historia de una resistencia obstinada: meses atrás, en septiembre del traumático 2018, reabrieron. En esos 18 meses sin actividad, los trabajadores cooperativos demostraron una conciencia enorme y salieron a buscar otros trabajos. Trabajos que abandonaron tan pronto como pudieron reiniciar actividades y volver a “su” empresa.
Cuando asumió el gobierno de Macri, los frigoríficos recuperados manejaban cerca del 11% del negocio de la carne. Hoy esa cifra está por debajo del 5%. A algunos los cerraron y a otros les sacaron la matrícula que les permite comprar animales, con lo que redujeron su actividad a la de simples proveedores de servicios. A Frigocarne le hicieron las dos cosas. Por eso tuvieron que cerrar hasta retramitar la nueva matrícula. Pero esas cosas nunca vienen solas, así que, antes de reabrir tuvieron que levantar una caución del Senasa. Encontraron eco en el legislativo municipal, que votó subsidiarles el monto de la caución en función de la importancia que tiene la empresa para la zona.
No es cierto que antes de 2016 las recuperadas de la carne vivieran en un jardín de rosas; pero, como en tantos otros aspectos, lo peor del kirchnerismo se profundizó desde la llegada de Cambiemos al gobierno.
“Este es un sector muy complicado, que siempre tuvo mucho poder para poner y sacar ministros, y no quieren saber nada de sentarse con los trabajadores cooperativos a dialogar sobre el negocio de la carne”, dice Mirtha Aranda, presidenta de la cooperativa. Ubicada en la localidad de Máximo Paz, en el partido bonaerense de Cañuelas, Frigocarne está compuesta por 140 trabajadores de los cuales la mitad viene desde la vieja empresa con patrón. Cuenta con 15 cámaras para madurar unas 3200 medias reses y capacidad para faenar 120 animales por hora. Semejante despliegue de actividad en manos de los trabajadores es una competencia y un ejemplo que el empresariado del sector quiere borrar del mapa. “Ya nos sacaron la matrícula de matarife abastecedor. Ahora vienen por la planta”, dice Miguel Saavedra, actual secretario de la cooperativa.
El mercado de la carne vive, como casi todas las industrias, una creciente concentración e integración internacional. Sin embargo, Argentina es el país en el que mayor dispersión empresaria existe de toda la región latinoamericana. Los últimos datos oficiales (de 2017) indican que los diez frigoríficos de mayor actividad concentran cerca del 20% de la faena. La empresa de mayor actividad fue la filial local del grupo brasileño JBS que este año fue adquirido por el también brasileño Minerva Foods como consecuencia de los escándalos de corrupción en el país hermano: JBS había encabezado el año pasado el ranking de faena bovina con 377.872 animales, seguido por el grupo santafesino Mattievich (324.046), Frigorífico Rioplatense (familia Costantini, con 267.433); Gorina (de Carlos y Roberto Riusech, con 262.716); Arre Beef (familia Borrell, 228.310) y les siguen Penta (193.303), Ecocarnes (188.413), COTO (188.153), Finlar (182.837) y Frigolar (176.518). Es decir, desde la perspectiva del gran empresariado, hay mucho por concentrar aún.
“Los que nos quieren sacar del negocio son los de la Mesa de la Carne -dice Saavedra-. El Ministerio de Agroindustria está en manos de las cámaras empresariales y resolvieron sacar del medio a los frigoríficos cooperativos porque dicen que nosotros somos competencia desleal”. La Mesa de la Carne reúne a cámaras de productores, grandes frigoríficos, proveedores de genética, asociaciones de criadores, consignatarios y cadenas comerciales de la carne vacuna, aviar, porcina y ovina. Quizás sea una curiosidad, quizás no: de esta asociación lobbysta también participan los sindicatos del sector. “Cuando tomamos el frigorífico, venía el sindicato y les decía a los compañeros que no había que hacer cooperativa, y trataban de que esto no saliera”, asegura Aranda. “Una vez vino uno de la seccional Monte Grande acompañado por un matarife, y nos dijo ‘O son patrones o son empleados’. Le tenía que mostrar al patrón que era fiel con ellos y ahí se rompió toda relación”.
Nada de cooperativas
En febrero de 2017, el gobierno nacional publicó la Resolución 21E, con la cual creó el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial (RUCA) que hizo desaparecer la categoría de Pequeños Matarifes, limitó la actividad de la categoría Matarife Carnicero a determinadas ciudades y, recientemente, obligó a los carniceros a inscribirse también. Con la excusa de la institucionalización, la medida generó las condiciones para una mayor concentración del sector.
Pero el apriete a las cooperativas tiene mucha historia: ya desde el 2007 que la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes de la Argentina (CICCRA) y la Cámara Argentina de la Industria Frigorífica (CADIF), las principales cámaras del sector, se quejaron ante la entonces Secretaría de Agricultura y en una serie de solicitadas publicadas en diarios por lo que denominaban “competencia desleal” de las cooperativas.
“Antes los matarifes iban de frigorífico en frigorífico, iban y compraban donde tenían mejor precio, mejor recupero. Y lo que decían los de la Mesa era que los matarifes se estaban yendo a las cooperativas que no pagan ingresos brutos ni cargas sociales y que no podían retener al matarife que busca la rentabilidad”, dice Saavedra. La insistente apelación a la eficiencia que practican el gobierno y sus gurúes se cae a pedazos y revela su verdadera intención clasista cuando los empresarios atacan el modelo cooperativo que mejora la rentabilidad del negocio al evitar los altos salarios de los directivos y transparentar los costos de la cadena industrial. Que se supone que es lo que quieren hacer al correrlas del juego. “Y además está el tema de los salarios -agrega Saavedra-. Los ingresos de los trabajadores del gremio de la carne son bajos, el Convenio Colectivo del gremio no es como el de Camioneros. Y nosotros tenemos ingresos mayores porque el reparto lo definimos en Consejo o Asamblea. Es decir, ganamos mucho más que los trabajadores del sector privado y con eso también les hacemos un quilombo a los privados y a los sindicatos”.
Pero los aprietes no se terminan en el lobby sobre el Estado para modificar el encuadre legal del sector y así dejar a las recuperadas fuera de combate: “También presentan denuncias de trabajo en negro. Entonces nos cae el Ministerio de Trabajo de Provincia para confirmar que no funcionamos como testaferros de otras empresas”, explica Aranda. “Pero nosotros no tenemos nada que ver con el Ministerio de Trabajo, somos una Cooperativa, el INAES nos controla desde hace años, tenemos dos mil asambleas registradas”.
Y la receta extorsionadora sigue: Saavedra dice que “presionan a los matarifes para que no nos den trabajo, presionan a los que llevan el subproducto como las achuras y el cebo para que no nos compren. Las curtiembres que nos compran el cuero nos dicen que no nos pueden comprar. Porque después los aprietan. Por suerte no todos responden, hay distintas cámaras y hay matarifes que quieren crecer y saben que si no buscan precio no se van a hacer un lugar”.
De carne somos
Es sabido que Argentina es uno de los países que mayor cantidad de carne vacuna consume en el mundo. Pese al enorme crecimiento de la demanda de carne de pollo en nuestro país, el cerdo no representa todavía un símbolo de asado como la carne de vaca. Cualquier política alimentaria que no intente democratizar el consumo de carne vacuna chocará con una fuerte resistencia cultural. Esto lo supo el gobierno anterior, que en plena pelea con las cadenas de comercialización impulsó el plan Carne para Todos, aunque las cooperativas y frigoríficos recuperados no estuvieron convocados a ese programa.
“En el gobierno anterior le planteamos a la Secretaría de Comercio que los privados tenían el manejo de los comedores de las cárceles y los comedores escolares, en los que podíamos mejorar el precio y que nos hubieran garantizado un piso de demanda”, dice Saavedra. “Les decíamos que era vital tener una herramienta que ayude a abastecer”. La propuesta de las recuperadas incluía toda la cadena: trabajar con las cooperativas de productores en los campos fiscales, que se faenara en los frigoríficos recuperados y que pasara después al mercado central o a las ferias barriales para desconcentrar la oferta. “Pero ellos estaban en otra confrontación y había varios de los que hacían negocio en esa época que siguen estando en los mismos lugares ahora y que son los mismos que hoy nos quieren dejar afuera”, concluye Saavedra.
Todos los potenciales que podrían desarrollarse y sobre los cuales los trabajadores cooperativos conocen el detalle, son cuestiones únicamente vinculadas al mercado interno: “La exportación de carne es otro negocio y nosotros a los exportadores no les hacemos ni cosquillas”, dice Aranda. La perspectiva de trabajar en un sector desdoblado en mercado externo con jugosas ganancias (y tributación) y mercado interno con precios razonables y pleno empleo sería, de esta manera, un modelo a seguir pensando para cuando se termine la actual ofensiva neoliberal.
(*) Las fotos que ilustran esta nota fueron tomadas por Ariel Martínez Kunrath.