Monday Dec 02, 2024

La motosierra contra las cooperativas: entre el prejuicio, la ideología y la búsqueda del enemigo fácil

Andrés Ruggeri

El pasado 27 de marzo el vocero presidencial se despachó contra las cooperativas, anunciando cierres masivos y acusandolas de ser una caja financiada por los argentinos. A eso le siguieron dos resoluciones del INAES (votadas unánimemente por su Directorio) que suspendían a miles de cooperativas. Detrás de estas medidas hay una profunda enemistad ideológica contra las únicas organizaciones de la economía que intentan funcionar en forma democrática y contienen a los trabajadores que el mercado ya no logra sostener.

Las recientes declaraciones del vocero presidencial Manuel Adorni cumplieron el papel de subir al ring de los enemigos del gobierno de Milei a las cooperativas, más específicamente a las de trabajo. Hasta ese momento, nada indicaba que el presidente o cualquiera de sus adláteres dieran importancia al tema o, siquiera, supieran de su existencia. A tal punto, que la ministra de “Capital Humano” nombró en el INAES a Marcelo Collomb, quien ya había sido su presidente bajo el gobierno de Mauricio Macri, con cierta demora con respecto a otras agencias del Estado, seguramente a falta de alguien propio para el cargo.

Los dichos de Adorni permiten pensar que, o bien ni él ni Milei saben qué es una cooperativa, o eligieron adrede tergiversar su naturaleza. El vocero se despachó, con su estilo habitual de provocador sin sustento serio, argumentando que se trata de una “caja que financian los argentinos”. La demostración de eso fueron algunos números que lo probarían, como que “hay 300 cooperativas que administran planes Potenciar Trabajo” (¿sólo 300?) o que en el gobierno anterior se permitió seguir funcionando a cooperativas que el macrismo había suspendido o, peor aún, que la cantidad de cooperativas creció un “138%” durante los cuatro años pasados, como si eso fuera un problema y no, por ejemplo, el resultado de una política de promoción desde el propio INAES o de la necesidad de organizarse de los trabajadores expulsados del mercado de trabajo formal. Siguió a eso una serie de “irregularidades” en el padrón de cooperativas que no son tales, como ya se ha refutado con solvencia (como lo hizo en un sólido artículo el especialista en derecho cooperativo Gustavo Sosa o lo explicó el expresidente del organismo, Alexandre Roig).

Esas afirmaciones de Adorni oscilan entre el prejuicio ideológico, la manipulación de datos y la mentira explícita. Más aún, hasta el momento, las amenazantes medidas anunciadas (suspensión de todas las cooperativas formadas entre 2020 y 2022 y revisión caso por caso de las de 2023) no se condicen con la acción efectivamente tomada por el INAES, que es una suspensión de unas 11000 cooperativas que ya habían padecido esa medida en 2019 (sin apercibimiento ni aviso previo y basado en una pesquisa tan veloz que parece simplemente la resurrección del viejo listado de cooperativas suspendidas a finales del período macrista como si no hubiera habido nada en el medio de las dos gestiones de Collomb). Es decir, o Adorni volvió a mentir, anunciando medidas que no van a ejecutar, o está anunciando catástrofes futuras, pero que afligen a sus víctimas en el presente.

Sin embargo, relativizar esta agresiva y nunca vista suspensión directa de miles de cooperativas (en su mayoría de trabajo) como un simple “acto administrativo”, como vienen diciendo distintos representantes de sectores del cooperativismo, parece cuando menos una grave subestimación. Menos aún como una medida casi amable como la pinta el lamentable comunicado de la Confederación Cooperar, firmado por su presidente (también presidente de la Alianza Cooperativa Internacional), Ariel Guarco, que en vez de intentar justificarla (y justificarse)  debería explicar por qué la primera medida importante de esta gestión del INAES que integra como parte de su directorio (como también lo hizo en los cuatro años anteriores bajo otro signo político) no es ninguna medida de fomento o protección de las cooperativas más vulnerables sino su liquidación sumaria.

Héroes y villanos del libre mercado

Toda la diatriba de Adorni contra las cooperativas en su conferencia de prensa del 27 de marzo descansa en un único argumento, según el cual las cooperativas se financian con fondos públicos. Es el pecado mortal según la ideología de La Libertad Avanza, que fundamenta todas sus políticas contra la capacidad interventora y reguladora del Estado como correctivos a las “distorsiones” de la economía de mercado basada en la libre iniciativa de los “emprendedores”. Para llegar a toda costa al mítico “déficit cero”, aplica la “motosierra” sobre organismos públicos, expulsa por WhatsApp a trabajadores estatales o borra de un plumazo de necesidad y urgencia leyes, decretos y hasta prerrogativas constitucionales. En esa suposición, Adorni tildó a las cooperativas de “caja” (se sobreentiende que habla de una caja política), lo que sería justificación suficiente para aplicar brutalmente la motosierra.

…Relativizar esta agresiva y nunca vista suspensión directa de miles de cooperativas (en su mayoría de trabajo) como un simple “acto administrativo”, como vienen diciendo distintos representantes de sectores del cooperativismo, parece cuando menos una grave subestimación.

El vocero ignora o falsea intencionadamente el carácter esencialmente autónomo de las cooperativas como organizaciones económicas colectivas, y tergiversa la información mezclándola con el hecho de que una cantidad importante de planes Potenciar Trabajo se canalicen a través de cooperativistas. Por supuesto, el financiamiento público a las cooperativas existe (en forma de planes sociales, pero también de distinto tipos de subsidios y microcréditos), como también existe (y en proporciones enormemente mayores) el financiamiento público a las empresas privadas idolatradas por los ultraliberales. La tergiversación aparece al mezclar cuestiones de naturaleza esencialmente diferente: si por un lado las cooperativas se sostienen a sí mismas con su trabajo, por el otro las políticas públicas son decisiones y herramientas del Estado que pueden sostenerlas, apoyarlas, ignorarlas o perjudicarlas. La política pública, en este caso, toma este último sesgo destructivo. Aunque les duela a los libertarios, no están haciendo otra cosa que políticas públicas, aunque consistan en la negación de las anteriores.

Lo notable de la concepción del gobierno es que da por sentado (por lo menos en su comunicación pública) que el financiamiento público es corrupción, independientemente del destino de los fondos o de si efectivamente hubo irregularidades. Como la cuestión es atacar a “la casta”, el único debate que dan sobre el tema es, como en todo lo que se relaciona con el Estado, el recorte presupuestario o la eliminación del organismo (algo que, hasta el momento, no mencionaron para el INAES, quizá por la genuflexión de sus dirigentes).

Esa mirada sobre las cooperativas es más chabacana y básica que las propias ideas sobre el tema de uno de los fundadores de la escuela austríaca tan admirada por el presidente. A principios del siglo XX, Ludwig von Mises –aquel autor que Milei puso como ejemplo de la supuesta ignorancia de la literatura austríaca en la carrera de Economía de la UBA y las universidades públicas en general– mantuvo una polémica acerca de las cooperativas con otros intelectuales de la época presentes en la Universidad de Viena. El argumento era que, si bien reconocía que las cooperativas podían ser una manifestación económica válida en una “sociedad libre” (justamente por su carácter de organizaciones económicas autónomas con capacidad de actuar en el mercado), su existencia era negativa por su carácter igualitario. En la concepción de Mises, las personas en una sociedad de libre mercado no son iguales ni se desempeñan de la misma manera en la esfera de la libertad económica. Para el austríaco, los “emprendedores” son el sujeto privilegiado del mercado, quienes por su inteligencia y capacidad logran sobresalir y se convierten en creadores de riqueza, mientras que el común de las personas no posee ese talento. De esta manera, solo el mercado libre formado por individuos y por relaciones jerárquicas entre estos “emprendedores” y sus subordinados menos competentes es capaz de hacer aflorar toda la creatividad de estos seres superiores (Milei podría agregar intelectual y estéticamente). Las cooperativas, en cambio, al ser asociaciones económicas igualitarias y que buscan anular el trabajo asalariado reemplazándolo por la organización autogestionaria (por supuesto, Mises no usaba este concepto), impiden que estos individuos (Milei los llama héroes creadores de riqueza) sobresalgan sobre el colectivo y cumplan su función social. Sí, para colmo, estas organizaciones colectivistas implican el uso de recursos públicos, no solo coartan las conductas heroicas de los capitalistas sino que forman parte del esquema social que conspira contra la reducción del Estado a su mínima expresión.

“…Para el economista austríaco, los “emprendedores” son el sujeto privilegiado del mercado, quienes por su inteligencia y capacidad logran sobresalir y se convierten en creadores de riqueza, mientras que el común de las personas no posee ese talento.(…) Las cooperativas, en cambio, impiden que estos individuos sobresalgan sobre el colectivo”

Ignoro si Milei profundizó o se enteró de esta postura de uno de sus referentes teóricos. Adorni, con toda seguridad, no. Pero su violento ataque contra las cooperativas guarda coherencia con estas concepciones. Además, el objetivo explícito no fue atacar a “las cooperativas” sino las cooperativas de trabajo (sin nombrarlas, probablemente por ignorancia de que hay varios tipos de cooperativas). Son aquellas formadas por trabajadores y trabajadoras que, en la mayoría de los casos, intentan corregir mediante el asociativismo las inequidades e incapacidades del mercado a la hora de proveer trabajo para el conjunto de la sociedad. De alguna forma, la existencia de las cooperativas de trabajo (cualquiera sea su origen, empresas recuperadas, programas sociales, agrupamientos de profesionales, agricultura familiar, emprendimientos de la economía popular) es la negación misma del “mercado autorregulado” por emprendedores que Milei proclama como ideal. Las cooperativas de trabajadores existen donde el mercado de trabajo expulsa y precariza, proveen medios de vida no mediante la búsqueda del beneficio individual sino de la organización colectiva, e intentan llenar los vacíos que las políticas neoliberales provocan.

El futuro que nos espera a la vuelta de la esquina

Si hay algo que caracterizó hasta el momento al gobierno libertario es su “honestidad”, aunque es curioso llamarle honestidad a la enunciación de barbaridades y objetivos destructivos que enuncia Milei todos los días. Lo “honesto” reside en un hecho claro: lo logre o no, el tipo se dirige a toda máquina a chocar el Titanic para hundir esta sociedad en la miseria, sin parar en objeciones ni en fracasos políticos. Los objetivos fijados no se cambian, no hay flexibilidad ninguna ni demasiado margen para maniobras.

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Lo llamativo del caso es que en el mundo cooperativo abundan las interpretaciones que pretenden que el caso es una notable excepción a esta conducta, que Adorni dijo lo que dijo para provocar y que las medidas son para la tribuna del público fiel y sediento de sangre. La evidencia para esto es que las resoluciones del INAES no son lo que Adorni expresó y que, incluso, afectan en gran parte a cooperativas que ya están cerradas, algunas hace años. Se trata de una interpretación benévola que implica que la coherencia de perro de presa del gobierno va para todo menos para este tema. Adorni buscó impresionar, “vender humo”, pero en realidad no pasa nada, fue un simple acto administrativo.

Bien, permítaseme dudar de eso. Los ya cuatro insufribles meses de este gobierno significaron una enorme destrucción para la economía nacional, incluyendo miles de despidos y el casi completo colapso de cualquier capacidad estatal, salvo la represión. En cada tema, Milei avanzó o intentó avanzar sin importar relaciones de fuerza legislativas u otros motivos que habitualmente hacen dudar y retroceder a los políticos convencionales, sin parar en detalles insignificantes como el respeto de las leyes vigentes. ¿Por qué habría de ser diferente con las cooperativas? ¿Entregar a las cooperativas de trabajo para salvar las otras (como pareciera que están haciendo los dirigentes de las grandes confederaciones representadas en el INAES) tiene algún sentido en la lógica de Milei y sus secuaces o es tirar la primera palada de tierra sobre la propia tumba?

El futuro cercano permitirá verificar si esas esperanzas de pasar desapercibidos para la motosierra, entregando como cebo miles de cooperativas no operativas (suponiendo que eso pasó y el gobierno es lo suficientemente estúpido como para tragárselo) y desviando los cañonazos hacia los cooperativistas pobres, tienen algún asidero. Si Milei leyó las opiniones de Mises y decide seguirlas, el futuro es un abismo, y está a la vuelta de la esquina. La única forma de enfrentarlo es dejar de fingir que no pasa nada, unirse y movilizarse junto al resto de los trabajadores para derrotarlo.

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